martes, 23 de junio de 2009

"Dias de algodón y azúcar" - Rubén Damore

Hoy no fui al trabajo. Decidí pasar un día diferente, algo anti rutinario.
Cuando se hicieron las 14hs tomé la bicicleta y sin rumbo, salí a darle con fuerza a los pedales. Sin darme cuenta aparecí en una de las avenidas del lugar que vio transcurrir mi niñez.
Apoyé la bicicleta, me bajé y me senté en el umbral de una de las casas. Con la cara entre las manos miré la vereda de enfrente, la gente que caminaba apurada, los colectivos, autos, camiones que pasaban rugiendo y lastimando el pavimento… Entonces cerré los ojos, me inundé de recuerdos y la magia fue casi instantánea.
De un colectivo de la línea 32 bajaron una madre y sus dos hijos.
De golpe sentí sumergirme en la piel del mayor.
Caminábamos apurados uno de cada mano de aquella madre. Nos dirigíamos al viejo cine Las Flores. Para mí era una salida imperdible cada semana y hoy la estaba reviviendo. Mi mamá hacía tiempo me mandaba a comprar las tres entradas porque superaba ya el metro veinte del mostrador.
Y deseaba esos miércoles de cine porque… porque te veía. Me regodeaba mirándote mientras recortabas los tickets, mientras recontabas el dinero y al darme el vuelto, siempre clavabas tus ojos azules en los míos. Sentía el rubor de un niño de diez años cuando de tus labios se dejaba escapar una sonrisa. El programa que el acomodador nos daba era variado porque era continuado. Nos podíamos encontrar con algún film de Luis Sandrini o uno de James Dean tirando piedras, quien sabe… pero no me importaba… ¿qué podía interesarme más que tus ojos azules mirándome…?
Cuando finalizaban las dos películas salíamos mezclados con algunos otros espectadores. Yo te buscaba entre medio de la taquilla y cuando te descubría detrás del vidrio, mi corazón golpeteaba mi pecho.
Todos esos miércoles finalizaban como si hubiera disfrutado de un copo de algodón de azúcar al pie de una calesita… Dulce, pegajoso y que se diluía en la boca dejando ese sabor azucarado. Casi siempre terminaba soñando contigo.
Pero un día, ya con el dinero en la mano, tus ojos azules, tus manos blancas y tu sonrisa escapada de un cuento fueron reemplazados por un hombre de anteojos, mayor y sin sonrisas para regalar. No supe que decir más que el ‘déme tres…’.
Y no te vi más… a medida que las semanas transcurrieron se fue diluyendo en mí la esperanza de alguna ausencia temporaria… Sentí por primera vez el dolor de extrañar a alguien…
Pasó el tiempo. De golpe volví al viejo umbral . Me miré las manos, éstas se encontraban húmedas. Levanté la vista y busqué al viejo cine.
Hoy un supermercado dominaba el lugar, cambiaron la fachada, derrumbaron casi toda la estructura. Até la bici al poste de luz, me animé a entrar y recorrer otra vez el lugar. Me pareció descubrirte en la misma ubicación donde antes estaba la boletería pero solo encontré un gran espejo…
Solo me pareció ver un niño enamorado… dispuesto a no olvidarte y a no crecer sin sus recuerdos atados a los bordes de su corazón.

Dedicado a los viejos cines de barrio. Tema Musical "Sesión Continua", autor e intérprete Ismael Serrano.

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