lunes, 8 de junio de 2009

“ANDO ERRANTE Y DESNUDO...” -Juan Serrateó


-En lugar de pensar en medos, en persas, en egipcios, pensemos en los indios. Más cuenta nos tiene entender a un indio que a Ovidio. Emprenda su escuela con indios, señor rector.
Simón Rodríguez ofrece sus consejos al colegio del pueblo de Latacunga, en Ecuador: que una cátedra de lengua quéchua sustituya a la de latín y que se enseñe física en lugar de teología. Que el colegio levante una fábrica de loza y otra de vidrio. Que se implanten maestranzas de albañilería, carpintería y herrería.
Por las costas del Pacífico y las montañas de los Andes, de pueblo en pueblo, peregrina don Simón. El nunca quiso ser árbol, sino viento. Lleva un cuarto de siglo levantando polvo por los caminos de América. Desde que Sucre lo echó de Chiquisaca, ha fundado muchas escuelas, fábricas de velas y ha publicado un par de libros que nadie leyó. Con sus propias manos compuso los libros, letra a letra, porque no hay tipógrafo que pueda con tantas llaves y cuadros sinópticos. Este viejo vagabundo, calvo y feo y barrigón, curtido por los soles, lleva a cuestas un baúl lleno de manuscritos condenados por la absoluta falta de dinero y de lectores. Ropa no carga. No tiene más que la puesta.
Bolívar le decía mi maestro, mi Sócratas. Le decía: Usted ha moldeado mi corazón para lo grande y lo hermoso.
La gente aprieta los dientes, por no reirse, cuando el loco Rodríguez lanza sus peroratas sobre el trágico destino de estas tierras hispanoamericanas:

-¡Estamos ciegos! ¡Ciegos!
Casi nadie lo escucha, nadie le cree. Lo tienen por judío, porque va regando hijos por donde pasa y no los bautiza con nombres de santos, sino que los llama Choclo, Zapallo y Zanahoria y otras herejías. Ha cambiado tres veces de apellido y dice que nació en Caracas, pero también dice que nació en Filadelfia y en Sanlúcar de Barrameda. Se rumorea que una de sus escuelas, la de Concepción, en Chile, fue arrasada por un terremoto que Dios envió cuando supo que don Simóm enseñaba anatomía paseándose en cueros ante los alumnos.
Cada día está más sólo don Simón. El más audaz, el más querible de los pensadores de América, cada día más sólo.

A los ochenta años escribe:
-Yo quise hacer de la tierra un paraíso para todos. La hice un infierno para mí.

Eduardo Galeano
Memorias del fuego II.
Las caras y las máscaras (Pag. 209)

CANCIÓN PARA MI MAESTRA

Érase una vez... usted, maestra,
y su mundo de tintero y banco,
pizarra y delantal blanco.
Buenos días, por la mañana, nos decíais, en pie
entre dos fotografías y una cruz,
una oración y una canción
y un beso en la mejilla.

Buenos días, maestra...

Pero usted nunca supo, maestra,
que cuando quería que cantara
que tres por una eran tres
mis ojillos arañaban francamente
las rodillas que púdicamente
usted apretaba y apretaba,
pero un número no vale
lo que una piel rosada.

A pesar de que nos hacía ir a la iglesia
y me quitaba el regaliz
aquél
era un mundo pequeño y maravilloso,
un mundo de tizas de colores
que usted pintaba
y usted borraba...

Sólo usted, rodeada de curas,
le daba la razón de llamarse "niños"
a un mundo de cuatro palmos.

Y si alguna vez piensa en mí, maestra,
que de sus ojillos azules
nazca siempre aquella paz
que me hacía un poco más dulce la escuela
y que no se le haga un nudo en la garganta
diciendo: «qué han hecho...», «a dónde
han llevado a mi puñado de pequeños...»

porque usted no sabía, maestra,

que el mundo es siempre el mundo,
que el hombre siempre es el hombre,
pero no es lo mismo
su olor,
¡ay! maestra,
que el aire de la calle.

Letra y Música Joan Manuel Serrat
CD “Per al meu amic” / 1973
Arreglos y Dirección Musical Antoni Ros Marbá


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