miércoles, 20 de mayo de 2009

"El día del fútbol" - Rubén Damore


Domingo, 30 de octubre de 1960… porque ese día fue domingo… ¿Cómo no iba a ser domingo si ése es el día del fútbol...? Y Él lo sabía muy, pero muy bien (y todavía lo sabe, claro…) que tenía que depositarlo en esta tierra ese día y no otro. No cabía. No podía ser lunes, martes u otro… para estas cuestiones, usted sabe, no hubiera existido otro día de la semana.
Entonces, Ël, el de arriba, con toda su sabiduría, tocó apenas su pierna izquierda y le dijo al oído, estando aún en aquella sala de partos del Gregorio Araoz Alfaro de Lanús:

“Pibe, te dejo el legado divino de hacer felices a los pobres, enloquecer al ingenuo, sorprender al intuitivo, enfurecer al poderoso… Andá y repartí tu magia en todo el mundo. Te daré siempre una mano aunque la conviertas en gol, trataré que tu huella siempre quede marcada en el camino.
Te dejo en un sur de fiestas y desgracias, de olvidos y potreros, de sueños y pesadillas.
Y ya lo sé… porque todo lo sé: no pasarás inadvertido”.

Y luego… ya nada fue igual.
Naciste a trescientos metros de mi casa paterna en ese inmenso hospital que dominaba la zona con su chimenea inmensa y con el humo que ennegrecía todo el cielo con el hollín. Era un barrio donde la luz del sol se veía desde el inicio mismo del día hasta su confluencia con la noche. Ningún edificio oscurecía a la gente ni tapaba plazas o canchitas, allí mismo donde un fútbol diminuto se respiraba en cada centímetro de tierra, se transpiraba entre los yuyales, enmugrecía las patas de los pibes con el lodo de la infancia.
Me hiciste feliz y eso bastó. Tuviste la grandeza de jugar para nosotros, para mi país y en cada picado todavía hoy te nombramos (claro que te nombramos…) y en cada jugada inmensa que intentamos realizar, siempre tiene un poco de tu romance con la bocha.
Con tu zurda pintaste la mejor de las telas con un fondo verde y con bordes de cal. Ese pincel que hoy no tendría precio ni habría como pagar cada trazo que inspiradamente dibujaras antaño.
Te vi danzar muchas veces pero ese 22 de junio, allá por el 86 en tierras aztecas, allí tu encantamiento llegó a la cima. El día inolvidable.

Escribió sobre ese día Eduardo Sacheri “...es mucho más que fútbol porque 4 años es muy poco como para que te amaine el dolor y se te apacigüe la rabia.. por eso no es solo fútbol y con semejantes antecedentes de tardes borrascosas, con semejante prólogo de tragedia, va este tipo y se cuelga para siempre del cielo de los nuestros...”.
Desde el vientre, mi hija que estaba por nacer, se movía atenta a cada jugada, parecía sentir la emoción de disfrutarte y beber las lágrimas de ver como te engullías y avergonzabas al poderoso, al pirata.
Todo un hechizo surgiendo de las veinte pulgadas. Tocaste el cielo y te devoraste al mundo. Ya nada fue igual. Y fuiste vos quien realmente abrió el foro internacional de la venganza, quien levantó la cabeza por encima de todos y dijo “¡¡¡acá tenés, esto es un poco de lo que te merecés!!!”
Y ahora, en la última curva de tu vida, casi a la misma velocidad que la mía y a once años que abandonaste las canchas, tu duende sigue vivo en la gramilla de cada estadio, en la baldosa de cada club e invade cada lugar donde se largue a rodar una pelota…
Hasta ese pibe, ese enano actual de pocos años, antes de romper la maceta del malvón en el patio de la abuela de un zapatazo y luego de haber eludido algún balde, botella o al perro mismo, seguro, pero estoy seguro que, cuando la emboque, se va a besar la camiseta y gritará ‘Goool… de Maradooooo….’ Y la abuela, tierna y sonriente pensará: ‘ay pibe... si lo hubieras visto jugar…’.
Dedicado a los amantes del fútbol y al poeta más grande del fútbol mundial. Tema musical "Y dale alegría a mi corazón", autor e intérprete Fito Páez.

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