miércoles, 11 de marzo de 2009

"Res non verba" ("Hechos, no palabras") -Rubén Damore



Hola, estoy casi seguro que no me conocen Me voy a tomar el trabajo de contarles mi vida y piensen si mis andanzas les gustaron o no, sirvieron o solo fueron quimeras...
Como no podía ser de otra manera, nací un 22 de noviembre, un ‘Santa Cecilia’, patrona de la música, en la provincia querida de Entre Ríos. Corría el año 1859, o sea que este año cumpliría la friolera edad de 150 años, uy Dios!! Cuantos años para una dama...
Mi papá tenía un campo allí pero una enfermedad hizo que él me dejara para siempre. Yo, que me encontraba haciendo la escuela primaria en Buenos Aires tuve que regresar urgente para colaborar con la economía familiar dándole una mano a mamá, maestra de escuela rural.
De ambos heredé el coraje y el empeño, el respeto y la necesidad de educar. Fue así que, de regreso a Buenos Aires me recibí en el Normal 1 como Maestra de Grado Primario. Ya tenía 19 años y el Director General de Escuelas de esa época, Don Domingo Faustino Sarmiento, me ofreció un cargo en una escuela de varones.
Tuve una gran amiga, Amelia Kenig, con quien compartía los atardeceres y la vida, pero una enfermedad que contrajo provocó un profundo cambio en mi vida y decidí ingresar a la Facultad de Medicina. Ya tenía 23 años pero a los 27 una epidemia de cólera azotó a Buenos Aires y puse manos a la obra, aún siendo estudiante, en el Hospital Muñiz junto a doctores con nombres hoy famosos como Penna y Estévez.
A los 30 y luego de sortear muchísimas trabas de una sociedad extensamente machista, me gradué de médica cirujana pero claro, sin poder cumplir mi objetivo que era curar a mi amiga Amelia, quien falleció poco después. Sentí el raro y triste privilegio de ser la primer mujer graduada en la UBA con una tesis sobre las histero-ovariotomías efectuada en el Hospital Rivadavia.
Sufrí el ridículo y el aislamiento al ser la única mujer de la Facultad y encima, luego de de recibida, tuve que dar una prolongada batalla legal para poder ejercer. Igual me gradué.
Inicié mis actividades como obstetra y ginecóloga en el Hospital San Roque (hoy el Ramos Mejía) . Pero Dios me hizo tan inquieta que no pude con mi genio y fundé la Primera Escuela de Enfermeras, única en Sudamérica y además instituí el uniforme que luego fue adoptado en otros países latinoamericanos... ahh!!! y de paso la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios que luego se unió a la Cruz Roja Argentina.
Abrí un consultorio privado pero varios de beneficencia. No podía descansar por todo lo que había que hacer por este país y la salud. Armé planes de salud y empecé a recorrer el país para que muchos pueblitos tuvieran su salita de primeros auxilios. ¿Y saben que logré? Conseguí que impusieran el uso de alarma en las ambulancias! Hasta ese momento era de uso exclusivo de los bomberos.
También armé un equipo que realizó la primera cesárea en la Argentina y 2 años después me presenté en el concurso para cubrir el cargo de suplente en la cátedra de obstetricia para parteras... pero el concurso se declaró desierto porque... en esa época las mujeres éramos excluídas de la docencia universitaria...
Eso no me amilanó, ni ahí. No me quedé quieta ni un minuto. Dicté cursos, publiqué algunos libros y me ocupé para que se mejoraran las condiciones laborales de las enfermeras. ¿Adivinen que hice por la discriminación femenina? Estudié detenidamente el Código Civil y logré demostrar que las mujeres teníamos status de niños en la Argentina. Luego de tanto pelearla, pude ver algunos cambios... Presidí el Congreso Argentino de Mujeres Universitarias y el 1er Congreso Feminista Internacional de la Argentina para tratar la situación de las mujeres en temas sociales, educativos y legales.
Fundé el Consejo Nacional de Mujeres, la Asociación Obstétrica Argentina y el Liceo de Señoritas. En 1905, a los ya 46 años, creé al Instituto Argentino para Ciegos.
Y ya a mis 57 me retiré de la docencia y me fui a vivir mis últimos años humildemente a una casita que adquirí en un pueblito de Córdoba, rodeada de sierras dulces y acogedores aromas, allá en Los Cocos. Ahí me hice escultora, pintora y hasta gimnasta.
Pero como no pude con mi genio y sabía que no me podía llevarme nada al otro lado, doné mi casa para que se construya allí una escuela.
Y un día volé con la libertad de los pájaros. Me fui al lugar donde todos iremos alguna vez pero con muchos sueños cumplidos y algunos, claro, sin cumplir, pero eso sí, siempre fui fiel a mi palabra.
Y sigo revoloteando inquieta por este mundo y, les puedo asegurar, que esto de la palabra noto que es muy difícil de cumplir.
Todos debemos tener igualdad de oportunidades y libertad de elección. Les pido algo, no discriminemos más, ¿saben por qué? Porque así de fácil se construye un país.

Dedicado a CECILIA GRIERSON, Primera médica argentina. Tema musical: "El país de la libertad", León Gieco.


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